viernes, 9 de abril de 2010

Esos cuerpos divinos

Después de un invierno de sólo mirar perros –los que tenemos, igual que las embarazadas sólo ven tripones, y los padres con carrito sólo ven bebés, los que tenemos perro, digo, vemos muchos, muchos perros por la calle- llega la primavera, y yo al menos, fuera de edad, dignidad y gobierno, he vuelto a empezar a verles. Tan jóvenes, tan guapos. Tan jóvenes.

Lo jodido de envejecer es que no envejecemos! Sólo el maldito sentido común dice eso de que podrían ser tus hijos. Y quién puede escuchar al (maldito) sentido común en primavera.

Pero no es de esos divinos cuerpos, que aparecen, como setas venenosas, en primavera, de los quiero hablar. "Cuerpos divinos" es, para mí, el más esperado de los libros. Se ha demorado desde los años setenta. Ya Guillermo Cabrera Infante tenía ese título en la mente, y sospecho que muchos de sus materiales, cuando, casi recién salida esa grandísima novela que es "Tres Tristes Tigres", empezamos a cartearnos, porque yo hacía la tesina sobre ella. Y hablo del 70 o 71, más o menos. Y ya habla sobre "Cuerpos divinos" en la entrevista que cierra mi primer libro sobre GCI, que creo que era el primero que se escribía sobre él, y desde luego, mi primer libro tout court, y estoy hablando del 79. Entonces decía Cabrera Infante: “tengo un proyecto que está realizado a medias, "Cuerpos divinos", interrumpido muchas veces y otras tantas continuado”. Y cuenta cómo la novela que por fin he podido leer, parte de un cuento publicado en una revista –no me dice cuál, cuento ni revista-; que un crítico argentino le pide otro relato parecido, que escribe, y por fin, a sugerencia suya, se lanza a la escritura de “una suerte de memorias adolescentes” en las que quedara sólo el erotismo: fuera la política, fuera la literatura. Sólo las chicas, y, mayormente, las casi niñas. Y el humor, aunque eso no lo dice. Y el cine y la música, inevitablemente.

Yo no sé si el crítico era argentino: me sospecho que, en realidad, era uruguayo, y debo decir que creo saber cuál era la revista, pero, a lo mejor porque el tal crítico no me cayó nada bien, aunque en aquellos entonces puso su todopoderosa revista norteamericana a mi disposición –vía Guillermo, claro-, el caso es que ahora mismo me doy cuenta de que no volví al tema nunca. Sólo ahora. Al de los orígenes, no al de los cuerpos –divinos- del que creo que le pregunté en las tropecientas entrevistas que le habré hecho… y siempre era un work in progress.

Y lo sigue siendo. "Cuerpos divinos", por supuesto, hace poco caso del uruguayo, aunque resulta ser el manantial del que irían saliendo "La ninfa inconstante" –cuya historia reaparece por otros medios en “Cuerpos…”- y hasta "La Habana para un Infante difunto", ese mapa erótico de la Habana, y, desde luego, "Delito por bailar el chachachá", un relato que, en la cronología vital y literaria de Guillermo, iría pocos meses después. Hace poco caso al uruguayo, porque hay política, y mucha, y contada con una bellísima fidelidad de Guillermo al que fue. El triunfo de la revolución, aquel fin de año, los días, y los meses, inmediatamente anteriores, y sus primeros trabajos “en el seno de la revolución”, que diría Fidel, están contados con el entusiasmo y la entrega que debió sentir entonces. Sólo ese humor tan peculiar pone la punta de distancia que luego habría de agigantar la biografía. Y la historia. O, como dice él, la geografía.

Así que hay política, y es troncal, pero también están las chicas. La niña de la playa, las diversas chicas casi sin nombre, historias de una noche o varias, las posadas, los hoteles y los picaderos, que diríamos aquí, la mujer matrimoniada, y por fin, Ella.

Y ahí, en ese enamoramiento loco, marcado con una profecía, todo el libro se convierte en una novela de amor, que termina como tienen que terminar las novelas de amor: en el colofón se advierte: “Ellos, él y ella, se volvieron a juntar y ya no se separaron más y viajaron mucho y conocieron países extraños”. Tal y como había dicho la bruja.

Lo he devorado, y no en las mejores circunstancias. Y para mí tiene, además del disfrute de la prosa de Cabrera Infante, del deslumbramiento de su lenguaje –que cuaja brillantísimo sobre todo a partir del primer tercio del libro, para ir subiendo hasta el final- y de la calidad innegable de la verdadera literatura, una cosa personal: han sido muchos años esperándolo, y aquí está. Y, además de todo lo dicho, y más allá, en este libro Cabrera Infante me cuenta que está conforme con su vida. Con su historia. Justamente, con la parte más conflictiva: su lucha contra la dictadura de Batista, y su trabajo en el aparato cultural y diplomático castrista. Y a mí me parece muy bien. Porque hay un tiempo para cada cosa, y la crítica durísima –y merecida- posterior, incluyendo el exilio tan doloroso y la persecución de la que fue objeto, no le hace revisar ni maquillar su tiempo. Una honestidad que señalo aunque no me sorprenda: ya lo sabía.



P.D. Las “coordenadas” del libro por si lo queréis buscar –cosa que yo haría:
Ed. Galaxia Guttemberg/Círculo de Lectores, Barcelona 2010.

7 comentarios:

  1. De cómo, se escriba sobre lo que se escriba y en el campo en que se haga, puede hacerse literatura, la mejor literatura. Rosa siempre y es un placer leerle, ya sea una crónica, una crítica o un rengloncito amistoso en Facebook.

    Gracias, Rosa.

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  2. Rosa, seguiré las coordenadas y me haré con el libro de GCI. Tu crónica es de primera mano y eso se nota y se agradece.

    Un cariñoso saludo.

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  3. hOla, rosa! tengo ganas de devorar el libro tambien. Envejecen los aburridos, tú nó!. besos. tt

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  4. bueno, bueno, cuánta literatura de primera!

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  5. Cabrera Infante está vivo otra vez.

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  6. Claudia Hammerschmidt (hammersc@uni-trier.de)26 de abril de 2010, 8:18

    Como siempre, Rosa Pereda lee a Cabrera Infante tanto desde el saber como desde el sabor, el amor hacia una literatura que ella fue una de las primeras en descubrir. Y sigue abriendo caminos hacia una comprensión de algo tan increíblemente difícil y placentero que es la escritura de Guillermo. Si por fin nos llegan los "Cuerpos divinos" - eternos, eternizados y eternamente esperados -, vuelve a nacer también la voz, tanto del incomparable maestro de la palabra como de su intérprete, la Rosa eterna. !Miles de gracias, Pereda, por tus palabras!

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  7. Gracias, querida Rosa. Hoy puse en mi blog las coordenadas a este texto y a Por Puro placer... Gracias.
    www.zoevaldes.net

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