lunes, 28 de junio de 2010

Por el puro placer....

Hace poco, justo antes de la aparición de “Cuerpos Divinos”, el libro más esperado de Guillermo, cuyo tercio final tanto aclara sobre la redacción última de “Tres Tristes Tigres”, o mejor, sobre quién era entonces el escritor que lo escribió,(que todos cambiamos y Guillermo Cabrera Infante también), hace poco tiempo, digo, me puse a releer la novela, los Tigres, así, sin tomar notas ni nada. Por el puro placer, y debo decir que con miedo a que el “puro placer” no llegara. Y no está una para tonterías, ni para gastar tiempo en prolegómenos si no vamos a llegar a nada. Bollitos los justos, decía un amigo mío, y no hablaba aquella vez de leer. Yo sí. Bueno, también el placer de la lectura cambia, y si no es aquél de la primera vez, si era intenso y sabroso el de esta lectura, ya con gafas, con el tema del túnel carpiano haciendo cosquillas en los dedos, y con el cuello hecho trizas de tanto ordenador. Pero el paladeo de las palabras –y seguí usando la edición censurada, la que leí primero y estudié después, en aquellos entonces, aunque era otro ejemplar: aquél primero, demasiado triturado por el lápiz lector, por la notas en los márgenes, etc etc, debe estar en un anaquel de nuestra biblioteca, imposible ya para cualquier lectura placentera, salvo la de la propia lectora. Mira lo que subrayaba, mira en lo que me fijé. Que no es de lo que se trata, por lo menos ahora. En algún momento sí.


Quiero decir que la novela, y me consta porque hace poco que la releí por undécima vez, pero casi por segunda sin tomar notas, dejándome ir y reír por el texto y por las historias y por las palabras y por el ritmo, e ir y reír leyendo de puro placer, la novela sigue ahí, incólume en su genialidad, en su gracia, en su interés. En su maestría. Recuperar esa extraña inocencia de la primera lectura, después de haber triturado tantas veces la novela, primero con la tesis, aprobada en Deusto en 1972; luego con el libro que siguió a la tesis y que sería, en 1979, de los primeros monográficos, si no el primero, dedicados al escritor; y siempre, con las idas y vueltas del escritor y la que esto firma. Porque aquella tesina de una de veinte años, una tesina complicada para la época y para la roja que era yo entonces –Guillermo, en aquel tiempo, era poco querido por tirios y por troyanos- iba un poco a contracorriente. O un mucho. Y a lo mejor por eso desembocó, de lo que era una admiración fundada de lectora y de estudiosa, en una amistad que ya nos duró toda la vida. Si hay un tema que aparece y reaparece en mi trabajo como periodista, como crítica literaria, como organizadora de encuentros y congresos, ése es la obra de Cabrera Infante. A muchísima honra. Y por eso estoy aquí hoy. Porque tanto a Enrico –en aquel encuentro de Santander, divino, al que se refiere en la introducción- como a Nivia –años después, en El Escorial, en el que hicimos juntos el profesor Santí y yo misma- les he conocido por y gracias a Guillermo. Así que esto es irremediablemente biográfico. Por decirlo de manera gráfica, Guillermo y Miriam Gómez, y Marcos Barnatán y yo, hemos sido familia. Con Miriam sola, seguimos siéndolo. Les puedo contar mil historias, de pueblos ingleses tachados, de viajes en coche que a Guillermo le parecieron vertiginosos, de almuerzos y cenas memorables, de esos tragos en Gloucester Road o en Monte Esquinza, o en Sor Angela de la Cruz, o en Cervantes, casi hasta el amanecer…Del papel de Guillermo en que mi hijo se dedique al cine (se empeñó en que Jimmy era “un natural”)…. Pero no lo haré. De lo que tuvieron que ver con mi relación con mi marido. De lo que hemos tenido que ver con muchos, tantos amigos. Pero no lo haré.

Hablaba al principio del placer recuperado. Uno podría pensar que una edición crítica tiene que pinchar la mariposa del libro, y, de alguna manera, matarlo para estudiarlo. Bueno, no es así. En este libro que presentamos hoy, la mariposa sigue voluntaria y orgullosamente viva. Y no saben cuánto envidio a los que lo van a leer ahora por primera vez. Sigue vivo por su potencia, pero también por el respeto, incluso tipográfico, de los que han emprendido esta hercúlea tarea. Confesaré que esta vez he hecho un paseo por los estudios previos, –a Guillermo, que amaba los prólogos, le hubieran gustado- y por las notas, más que releer –lo tenía TAN reciente- el libro, y que he descubierto algo que seguramente era intencional, absolutamente intencional: en esas notas, y muy especialmente en las que sitúan la geografía de los tigres, hay un mapa de la Habana, minuciosísimo. Los cines, los bares, los hoteles por horas –que ya sé que aparecerán más en obras posteriores de Cabrera Infante, pero que también aparecen en TTT- los cabarets, los cines…. Sobre todo los cines. Yo no he ido a Cuba porque me lo prohibían Guillermo y Miriam, y cuando me dejaron, -finalmente, casi todos los amigos se habían dado un paseo por la Habana- a lo mejor me daba miedo tener una guía como esta de las notas, y encontrarme un mundo que ya no está. Bueno, pero que estuvo. Un inmenso e intenso mapa de la Habana, eso está escrito, y estoy segura de que a Guillermo le hubiera encantado: él, que quizá sobre todo en La Habana para un infante difunto, hizo aquel mapa de memoria de la ciudad en la que no podría dejar de vivir, por muy en Londres que estuviera. Iré a La Habana y me llevaré esas notas.

Las otras notas, las que se refieren a la resolución del habanero –bueno, de las hablas cubanas diversas que coincidían en La Habana en los días anteriores a la revolución, esas que el escritor quiere y consigue cazar al vuelo- y su traslación a lo que podríamos llamar el castellano común- el hipotético español de España y sin tiempo-, son más para consumo interno de hispanistas, no? Para ese nivel de lectura que una obra abierta como Tres Tristes Tigres también propone, también propicia. Muy especialmente, porque la novela es una caja de secretos, ese significante abierto que cambia con la perspectiva del que lo lee.

Y tengo la impresión de que lo sigue siendo. Porque la gran pregunta es qué es escribir literatura. Dicho de otro modo: cómo el escritor elabora su realidad para hacer de ella una ficción. El juego de relacionar los hechos biográficos con los… resultados literarios. Y ahí siempre, siempre, por mucho que sepamos los grandes hechos, y los pequeños, por mucha declaración de autor y desentrañamiento de crítico, siempre quedará la zona oscura y misteriosa, incluso para el propio autor…. Por ejemplo, y ya termino, una de las historias más divertidas y misteriosas de Tres Tristes Tigres, la del bastón, en la que Mr Campbell, y Mrs Cambell y el traductor y…. en fin, todo el mundo habla, arranca, según me contó Guillermo hace mucho –yo, desde luego, no podría saberlo, si no- de una idea y una medio anécdota de Nestor Almendros, de donde él mismo o su personaje sería Mr. Campbell, un amante mulato de su personaje –o de él mismo- resultaría ser Mrs. Campbell, y todo ocurriría en una ciudad turística Europea, en Grecia quizá…. Lo que resulta ser en TTT una reflexión que va más allá de la traducción y la traición, y que trata precisamente de lo que estamos hablando, de cómo se escribe la historia, resulta que arranca de una idea para un guión que Néstor le cuenta a Guillermo…. O no.

Y es que el libro es una caja de secretos. Y lo va a seguir siendo, felizmente, mientras haya lectores y mientras haya estudiosos. Unos, unos libros, más inagotables que otros. Este lo es y es su misterio y su gloria. Muchas gracias.



NOTA BENE: Esta tarde (lunes 28 de Junio) se presentó en la Casa de América la edición crítica de la novela de Guillermo Cabrera Infante, Tres Tristes Tigres, hecha por los profesores cubanonorteamericanos Enrico Mario Santí y Nivia Montenegro, para la Editorial Cátedra. Las ediciones críticas tienen una función muy precisa: fijar académicamente los textos, favorecer a los estudiantes la comprensión de la obra en cuestión, y darles los instrumentos biobibliográficos y las pistas metodológicas para poder seguir investigando. Yo, que no me encontré en la bibliografía, aunque lo esté en la de muchos de los libros y artículos citados, y por dos veces en el ISBN, y aunque creo contar con la amistad de los autores -por eso me pidieron que copresentara su libro, digo yo, con el director de cine cubano, Orlando Jiménez Leal - fui allá por el compromiso adquirido hace un mes. Escribí y dije lo que han leido arriba.

domingo, 6 de junio de 2010

Ellas, las muertas.

NOTA PREVIA: Recupero aquí un artículo que publicó El País, el 1 de septiembre de 2006. Lo publico aquí el día en que llegan a 30 las asesinadas, víctimas del terrorismo machista. Y el día en que el PP anuncia que va a preguntar a Bibiana Aido por el aumento de las víctimas del machismo, del que culpa a la Ley protectora. Y a la igualitaria. No es momento de rasgarse las vestiduras, pero sí de tomar nota de la actuación de la derecha. Tenemos que reaccionar. Además, quiero señalar que los datos numéricos, en el caso del resto de países, son aproximados, porque salvo en Canadá y en España, no hay estadísticas oficiales respecto a las víctimas del machismo. Y lo que no se cuenta, no se tiene en cuenta. Ah, el artículo apareció también en El País Internacional, y en numerosos otors periódicos y portales on line. A lo mejor, por la calificación de "terrorismo machista" a esa incesante ola de terror, ideológico y finalmente orgánico.


ELLAS, LAS MUERTAS

No me gusta la palabra “violencia doméstica”. Me parece como si habláramos de mascotas, cortinas o cacharros de cocina, y no de esa plaga infernal que es el terrorismo machista. Pasarán de mil las mujeres que morirán en Europa, este año, víctimas de sus maridos y exmaridos, y en España, en lo que va de 2006, llevamos casi cincuenta. De lo que pasa en el resto del mundo no podemos ni enterarnos, salvo en esos casos en que el coraje o la suerte hacen salir algunos nombres heroicos de la estadística, por otro lado de difícil acceso... y de dificilísima elaboración. Porque ellas, las muertas, las pasadas y futuras muertas, las que están viviendo hoy la pesadilla del miedo, son tan invisibles como el aire.

Yo creo que el terrorismo machista es un mal de civilización. En Alemania mueren 300 al año, casi una diaria; una cada tres días en Inglaterra, y más de 70 al año en Francia. Los países del Norte tampoco se quedan cortos: en Suecia, 25 por año, cinco por millón de mujeres; pero en Finlandia son ocho por millón, siete en Noruega, seis en Luxemburgo y seis en Dinamarca.

Hay quien cree que son las mártires de la revolución de las mujeres, de su lucha por la igualdad, que es el diferencial político del siglo, pero, con el argumento, se descarga la culpa sobre las propias víctimas. Yo creo que el sometimiento de la mujer siempre ha sido violento. Todo sometimiento lo es. La violencia machista siempre ha estado en el horizonte imaginario de las mujeres, y también de los varones. Como una posibilidad fundante, hasta que pasa de lo posible a los hechos. Y tengo la impresión de que siempre ha pasado a los hechos.

Hay quien dice también que la causa de tantas muertas es la crisis de la familia. ¿Y a mí que me parece que esa familia patriarcal, monogámica e indisoluble era finalmente posible gracias a la violencia, a la presencia o la amenaza de la violencia machista? Y más: ese miedo soterrado en la familia por antonomasia hasta ahora, estaba protegido políticamente, legalmente. La penalización del adulterio hasta hace cuatro días, o el honor como eximente o atenuante en los crímenes “domésticos”, ¿no eran un apoyo institucional a la violencia sobre la mujer, como lo son hoy en otras culturas?

Las nuevas leyes de familia y las especiales de protección de la mujer, tan recientes en Europa y en España, corrigen ese fantasma tan real, que está ahí, aunque por ancestral resulte casi invisible. Ya se sabe, desde Bourdieu: natural. Esas más de 130.000 denuncias desde la promulgación de la Ley Integral, hablan de un cambio en la actitud de las víctimas: un cambio que sólo se podía dar en una situación de amparo legal. La sospecha de que son la punta del iceberg nos ofrece un mapa de sufrimiento, una a una, que es mucho más que una metáfora. Y el recelo de algunos jueces, público y publicado, respecto al “crecimiento de las denuncias falsas”, no puedo dejar de leerlo sin una mezcla de perplejidad y pavor.

Porque el mal trato “doméstico”, que ahora es denunciable y que apareja medidas protectoras, no es perseguible de oficio. Necesita la presencia denunciante de la agredida, y la intervención social –judicial, policial- está mediada por el respeto al mundo de lo privado. Qué paradoja, no? Cómo no defender la privacidad, ese ámbito de libertad soberana en que se cumple el desarrollo del individuo, y cómo no contar con el miedo de las víctimas al agresor, al escándalo, a la coerción social, a la verguenza.... O con esa esperanza imposible de la mayoría de las maltratadas en la regeneración de su hombre, sentimiento del que hablan todos los especialistas en el tema. O con esa especie de nudo sentimental, mezcla de cariños, odios, frustraciones e intereses, todos cruzados y mezclados... La víctima del maltrato familiar es la más interesada en denunciarlo, por supuesto, pero seguramente la más débil. Son demasiadas las denuncias que se retiran, y no precisamente porque fueran falsas.

El derecho del hombre a la sujeción violenta de la mujer sigue anclado en el sentido común. Y ahí, a ese lugar intangible en que hombres y mujeres se imaginan a sí mismos, las leyes terminarán llegando, pero lo harán despacio. La educación, fundamental, pide su tiempo, y los cambios sociales se generalizarán, pero también lentamente. ¿Qué hacer, entonces, para acelerar la historia? Yo diría que presión social. Socializar esos crímenes. Afear esas conductas y su origen mental e imaginario. Dar un barrido a la ideología silenciosa heredada. Y abrir ese debate apasionado y fecundo que necesitamos. En unos días, a mediados de septiembre, Tarja Halonen, la presidenta de Finlandia y por este semestre de la Unión Europea, hablará de este tema y otros con María Teresa de la Vega y Segolene Royal, candidata a la presidencia de Francia. Sería un buen momento.

Ah, y yo pediría a las autoridades, desde las más altas, que se personaran en los funerales de las víctimas, con flashes y taquígrafos. Los maltratadores no están organizados en una banda, y no reciben consignas, pero comparten la misma idea de propiedad sobre la mujer, de autoridad sobre ella, y extorsión, violencia, miedo, tortura y asesinato, son marcas del terrorismo. Pues como a tales.

P.S. Sigo en mis trece, cuatro años después. Terrorismo machista,. a tratar como tal.