Agarró su bici, porque Mercedes se le quedaba pequeño para caminar, como hacía todos los días cruzando los cien barrios porteños, y bajo la canícula austral y olvidando sus ochenta años, o casi, o algo más, empezó a pedalear hacia un destino a treinta kilómetros. Otro pueblo argentino. Bueno, un golpe de calor, se supone, lo dejó literalmente en la cuneta.
Con Néstor Gubitosi, casi dos metros flacos y nerviosos, una conversación torrencial y una cultura enciclopédica, he conocido un Buenos Aires imposible sin el. La tasca de La Boca, donde el padre de una larga familia come con la pistola al lado del cubierto, y por la noche un bandoneonista de nariz color guinda desgrana los mejores tangos antiguos, y donde la asturiana que desciende de los asturianos que lo pusieron hace milenios, cocina una pasta no menos digna de Sicilia; el bailongo clase B, donde unas señoritas sesentonas y repintadas, con zapatos de bailar, sacan a la pista a caballeros de parecidas edades, con orquestina en vivo y advirtiendo que de ahí no pasan; la milonga, con luz de comedor pequeñoburgués y esas parejas que practican sus pasos tangueros; o el casino iluminadísimo, anclado en el muelle, con la pasarela de barco tapizada de rojo holliwoodense y conserjes de librea cuidando los brillantes autos que se quedan en tierra, mientras ojos vigilantes siguen, unos por una razón, otros por otra, las enjoyadas muñecas y dedos de las señoras, las abultadas carteras bajo la rigurosa etiqueta de los señores….
Buenos Aires tiene palacios y cabañas. Néstor los frecuentaba todos. Dormía en el suelo, comía poco, andaba mucho. Las anécdotas, alguna seguramente apócrifa, lo retratan como un tipo vital, culto y divertido, con el que las horas se te pasaban volando y la sorpresa estaba garantizada. Era un escritor que no escribía –mi marido y él hicieron, al alimón, algún poema- y un cronopio suelto por los juzgados porteños. Era abogado, buen negociador, hábil componedor, y partidario del mal arreglo es mejor que buen juicio.
Cuando Cuqui, su hijo, nos comunicó que había muerto, supe que algo raro tenía que haber pasado. El Gubi no se podía morir así, de cualquier manera, como todo el mundo. Y efectivamente: con su bici, echándole el pulso al verano, y vaya usted a saber. Hoy me apetece mucho menos volver a Buenos Aires.
50 PRIMAVERAS
Hace 8 años
Qué hermoso, Rosa; que cosa tan bella has escrito y, además, me has llevado de la manita "ayá"
ResponderEliminarRosa querida, que lindo, y como lo conoces, va una lagrima en su honor y en el tuyo por un recuerdo tan lindo.
ResponderEliminarTe quiero
Kuki (bueno o Cuqui, como prefieras)
Mi queridísima amiga, siempre he deseado visitar Buenos Aires de la mano de alguien. Hoy lo hago contigo, pero desde ahora, nunca podré ver la ciudad sin recordar tu mirada y a Néstor.
ResponderEliminarCarmina de Luna Brignardelli.
Querida Rosa, hace mucho que no te veo pero te recuerdo a ti y a Marcos en el afecto.
ResponderEliminarEl Flaco fue como un padre para mi, o fue mi padre... cuando deje de tener el mio a los veintitantos.
Comparti con el dias, noches, tardes, muchos momentos. Embelezado por su gozo de vivir, su alegria de sentir mientran los otros hablaban, dicutian o perdian su tiempo como todos lo hacemos. El nunca lo perdia , estaba atento a su parmanente regocijo de amar.
Renuente a aceptar cumplidos, llenaba el espacio de belleza en su lexico pulido.
Me enseño muchas cosa de la vida y tambien a vivir.
Lo extraño, me niego a acepta por ahora el desastre de su desanunciada ausencia.
Brindemos los que lo conocimos y quisimos, brindemos por el, brindemos como a el le gustaria, brindemos.
jkoipjkn
ResponderEliminarPero vuelve, Rosa.
ResponderEliminarBuenos Aires es magia. En ella quedó tu amigo y a ella debes volver.
Para que sigas contando Buenos Aires... y el mundo. Y tu mundo.
Teresa
Pues con esta crónica (triste, por otra parte) me has animado a ir a Buenos Aires, que me apetece mucho y llevo posponíéndo demasiado tiempo ya.
ResponderEliminarBs
A mi Rosa como no conocí a El Gabi, al que tu ahora me has presentado, me dan ganas de regresar a Buenos Aires y buscar su recuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Lucía
Querida Rosa,
ResponderEliminarqué lindo lo que escribiste sobre ese hombre que no conozco. Si cada uno al partir tuviera alguien que los escribiera, no perdería su ser único e irrepetible y los demás no olvidaríamos que somos siempre producto, resultante, suma, de otros y otras que humanizaron el mundo para nosotros.
Un abrazo desde Montevideo. Maritxu.
Conoci a Gubitosi a traves del Dr. Hodari quien-acertadamente-me dijo que me llevaria muy bien con el.
ResponderEliminarSu figura me trajo a la mente la estampa del Dr. Juan Bautista Alberdi.
Para mostrar su parecido le hice una cari-
catura y me tome la libertad de cambiarle de nombre.A partir de ese momento se llamaria Juan Bautista Gubitosi.
Nombrarlo de esa manera significaba obtener de el una sonrisa.
Poseedor de un lexico rico y fluido, era una fuente inagotable de conocimientos de los mas diversos ordenes.
A su lado uno era alumno, siempre se tenia la oportunidad de aprender algo.
El - desinteresadamente - daba su opinion o re-
solvia situaciones con soluciones equitativas,
equilibradas, sanas.
Era un verdadero alquimista.
A toda esta riqueza uno podia acceder con solo reunirse con el, en lo que llamaba " el escri-
torio" que no era mas que el cafe en donde nos
encontrabamos frecuentemente.
Me reuni con el hace menos de un mes y...ya
lo extraño.
¡Cuanto hemos perdido con su desaparicion!
Estoy seguro que tendre otros encuentros que
seran...en otro lado.
es muy triste
ResponderEliminarFue una noticia muy dura y triste saber que "EL Doctor" habia fallecido. Recuerdo, cuando venia a la oficina y me preguntaba "El enano como esta? Ya tiene novia? El enano mide 1,93 y tiene 17 años. Nestor dejo este mundo como él quería, en bici, al aire libre y no entre cuatro paredes. Recordemoslo asi, con sus enseñanzas sobre la vida y anecdotas, y sobre todo siempre mirando el vaso medio lleno.
ResponderEliminarConoci a Gubitosi a traves del Dr. Hodari quien
ResponderEliminar-acertadamente- me dijo: Ud. se va a llevar muy
bien con el.
Su figura me trajo a la mente la estampa del Dr. Juan Bautista Alberdi.
Para mostrar su parecido le hice una caricatura
y me tome la libertad de cambiarle de nombre:
a partir de ahi paso a ser Juan Bautista Gubitosi.
Al nombrarlo de esta manera siempre me brin-
daba una sonrisa.
Poseedor de un lexico rico y fluido, era una fuente inagotable de conocimientos, de los
mas diversos ordenes.
A su lado uno era alumno, siempre tenia la oportunidad de aprender.
El - desinteresadamente - daba su opinion o resolvia situaciones con soluciones equitativas,equilibradas, sanas.
Era un verdadero alquimista.
A todo esto uno podia acceder con solo reu-
nirse en lo que el llamaba "el escritorio",
que no era mas que el cafe en donde nos encon-
trabamos frecuentemente.
Estuve con el hace menos de un mes y ...ya lo
extraño.
¡Cuanto hemos perdido con su desaparicion!
Estoy seguro que habra nuevos encuentros ... en otro lado.