lunes, 19 de julio de 2010

El amor en la edad madura. A propósito de "El dios de madera".

Me encantó “El dios de madera”, la segunda película de Vicente Molina Foix. Se acaba de estrenar en Madrid, pero pudimos verla hace unas semanas en un pase privado que convocó a ese otro mundo de Vicente, la gente de la literatura. Me encantó esta historia disimétrica, mejor, estas dos historias entrecruzadas y ambas disimétricas; una, la de Maria Luisa y Yao, por la edad y el color. Y las dos, la de Ruber y Raschid también, por la economía, la clase y hasta la situación legal. Y añadiría una tercera, quizá la más importante de todas, el conflicto entre madre e hijo, ese edipo soterrado, ese drama alojado sutilmente en la memoria de ambos. Esto en lo que se refiere a los sentimientos, porque el lienzo sobre el que se desarrollan el amor mercenario y el amor a secas, y los sutiles trasvases entre uno y otro, es el de la emigración ilegal, las mafias que la controlan y la indefensión de estas personas venidas del Magreb o del Africa profunda, contadas en unas pocas calles de la ciudad de Valencia.

Como se pueden imaginar los visitantes de este blog, mi identificación particular de lectora ingenua de cine se estableció, inmediatamente, con el personaje que encarna Marisa Paredes. La mujer madura que se enamora del joven negro –Madi Diocou, Yao en el film-, y la fascinación envidiable de él por la señora rubia. La materialización de una fantasía casi inevitable, que lo fastidiado de envejecer es… que no envejecemos! -y tienen que ver cómo es ese chico que se le apareció a Molina Foix en el casting de la película. La cámara no se recrea particularmente en este joven senegalés, que se lo merece con creces…. Pero frivolidades aparte –y la belleza y la elegancia natural no son frívolas- Marisa Paredes va haciéndonos ver todo el juego de prejuicios, atracción y recelos, todos esos vaivenes del amor que van desde la negación y la resistencia a la aceptación, desde la incredulidad a la entrega, en una interpretación llena de matices. Porque esta es una historia de matices.

¿Es una historia creíble? El amor de la mujer madura es siempre transgresor. De hecho, la mujer madura es una pura transgresión, y su sexualidad, que no puede ser reproductiva y fértil, se niega desde todas las “naturalidades” posibles. En primer lugar, porque esa lógica que desmontó Betty Friedan hace ya muchos años, pero que está enraizada en el llamado sentido común, sólo considera a las mujeres desde su fertilidad. Antes no se es, después tampoco. Así que podrá participar del hecho erótico, en todo caso, como sujeto deseante. Pero como objeto? Si la mujer madura es invisible, si ha dejado de ser mujer…. La sabiduría de Vicente Molina Foix es mostrarnos la aparición de un complejo sentimiento, no exento de pasión, en el alma de Yao. Un sentimiento que Maria Luisa tarda en creer, y que no les voy a contar cómo ni qué, que no voy a destripar la película.

Y en el sentido de su infertilidad biológica, esta historia de amor –con muchas comillas, con muchos elementos complejos, como todas- es paralela a la otra, la relación homosexual entre el hijo (Nao Alber) y Raschid, el joven emigrante marroquí (Soufiane Onaarab)… Hay muchos elementos comunes en estas dos historias, un poco mercenarias, un poco amorosas, un poco transgresoras, pero que finalmente nos ponen delante a cuatro personas bien distintas, pero eso, personas. Y ése es, además del gusto puramente cinematográfico de su lenguaje, su mérito fundamental. El que hace que la peli te deje pensando, y que crezca más, ya fuera de la sala.

sábado, 17 de julio de 2010

Más mujeres muertas, más campañas machistas

Nota Previa:
Esta es la primera versión del artículo publicado en El País el día 15 de julio. En estos dos días, ha caído al menos, una más. La diferencia entre este y el de El País es bastante irrelevante, se ha debido a un problema de espacio y lo he cortado yo misma. Hace unos días, publiqué en el blog un artículo de hace tiempo, sobre el mismo tema. Al parecer, seguimos en el mismo estado de cosas.... salvo las feroces campañas neomachistas. Un agobio.



En los últimos seis meses, 39 mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas, en España. En todo el año pasado cayeron 55. De estas 39, como de las otras 55, unas pocas habían denunciado malos tratos, por lo que se vé, con poca suerte o poca protección. De hecho, una de las últimas había visto como, diez días antes, un juez consideraba insuficiente su petición de socorro. En un juicio rápido, posible gracias a la ley de violencia de género. Que duerma bien. El juez.

Las estadísticas nos dicen que nadie llega a acertar con un cuchillo de cocina sin haberlo esgrimido antes: denunciantes o no, presumimos que las víctimas lo han sido después de una larga cadena de sufrimientos. Uno de los últimos asesinos había escrito de antemano su confesión, y la llevaba en el bolsillo cuando fue a matarla. Había preparado y acariciado su crimen. Sobre esto ya hemos escrito muchas, y muchas veces. Mi sensación particular es de cansancio, porque no se acaba este horror. Además, en periodismo, hablar siempre de lo mismo…. Parecería que no tiene una otro tema, con lo genial que es hablar de literatura. Los guiris dicen que hay que ver, cuánto se mata en España. Es que las contamos, señor, suelo contestar. Y lo que no se cuenta, no se tiene en cuenta –frase escuchada en un reciente encuentro sobre la 1325, sí, la Declaración de Naciones Unidas sobre las mujeres y niñas en la guerra. España y Canadá las cuentan. Nadie más. Uno de los empeños de las feministas en el seno de Naciones Unidas es exigir a los países miembros que cuenten sus muertas. Muchos se niegan.

El número de muertas en España, en los últimos seis meses, supera la estadística del año anterior. Y coincide con una auténtica campaña del neomachismo, -término felizmente acuñado por Amparo Rubiales-, en varios frentes. Si todos son políticos, que lo son, el primero lo es directamente: la campaña a degüello contra el Ministerio de Igualdad y contra la ministra, desde el mismísimo día en que fue nombrada. Me extraña no haberla visto llorar como a aquella magnífica ministra francesa. Yo hubiera llorado varias veces, y eso no mermaría ni mi inteligencia ni mi eficacia. De hecho, alguna vez me ha tocado llorar: no como ministra, claro. La derecha no puede tolerar los pasos hacia la igualdad entre las mujeres y los varones, y la discriminación positiva, tan tímida, les parece mucho más discriminatoria que esa discriminación negativa que venimos soportando hace mil siglos, y que ahora da un pasito para atajar. Pero así es la vida: los privilegios se dan siempre a base de desposeídos, es decir, con víctimas, y hay un momento en que éstas quieren por sobre todo, dejar de serlo. Eso ha pasado con las mujeres. Un Ministerio que propone y vigila que se cumplan los baremos de igualdad, y que plantea nuevos programas con este fin, me parece absolutamente necesario en una sociedad tan desigual como la nuestra.

El segundo frente es la prioridad legal de la llamada “custodia compartida”, que estaría y está muy bien en los casos de común acuerdo en el divorcio, con las mil variantes de reparto de las responsabilidades familiares, pero que es un truco malo en caso de malos tratos, de separación contenciosa o de abandono manifiesto. En suma, me parece que no debe ser el procedimiento legal prioritario, ni que pueda ser impuesto por el juez, y no sólo a mí, sino a la inmensa mayoría de las juristas, y conste que el ir y venir de los niños de casa a casa no me parece tan peligroso como el que sigan en la de siempre, viendo y oyendo vete a saber qué. Los niños son instrumentos arrojadizos, pero lo son con divorcio y sin él, y lo son en muchas, demasiadas familias. Dice Ángela Alemany, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, que “la custodia compartida solo debería contemplarse en aquellos casos en que ambos progenitores estén de acuerdo, y preservando siempre el interés del menor que es el bien jurídico a proteger”.

También está la campaña para imponer el célebre SAP como prueba aceptable en los juicios de divorcio y custodia de menores. El SAP, diseñado y apoyado por algunas organizaciones integristas norteamericanas, es el llamado Síndrome de Alienación Parental, un desvarío de la mente del menor inducido por la malísima que tiene su custodia. Hombre, que hay gente que malmete, hay gente que malmete. Pero diagnosticar SAP para anular la voluntad del menor o poner en juicio su testimonio, y que ese diagnóstico sicológico tenga validez jurídica, eso sí que puede dañarle abundantemente en su psique. Lo deseable es que los niños no fueran a los tribunales, pero si es necesario, que vayan con todas las de la ley. El SAP, científicamente contestado en los mismos Estados Unidos de América, es sólo un instrumento para castigar y desmentir a las madres.

Y por fin, y ya me indigna absolutamente, hay otra sorda campaña contra la Ley de Igualdad, por un lado, y contra la de Violencia Machista –que ya sé que no se llama así, aunque debería- que esgrime la supuesta falsedad de las denuncias de malos tratos. Yo no digo que no haya casos, muy sonados, por cierto, de trampas en algunas denuncias. Pero no ponen a prueba la ley: ponen a prueba su funcionamiento, es decir, el derecho de defensa y presunción de inocencia, y el derecho a prueba en contra, a los que cualquier acusado, inocente o culpable, tiene derecho. Demasiadas veces, la falta de reflejos de quienes tiene que aplicar la ley, les hace llegar tarde, y la denunciante está muerta. ¿No conmueve esto a los buenos padres que llenan los medios de soflamas por los maridos suicidados –después de cargarse a la suya, claro- y por quienes fueron “atrapados” por la ley de violencia? Pues no, no les conmueve ni lo más mínimo. Están en una guerra abierta, la guerra de los sexos, y esperan restaurar la situación de prepotencia y poderío anterior, con todas las leyes de su parte. Como antes.

Mientras, y han muerto una a una, asesinadas de una en una, 39 mujeres han caído en sólo seis meses y sólo en España. Algunos de los asesinos se han suicidado después. Podrían haber empezado por lo segundo, digo yo.

Cota: Cada año, pasan del millar las muertas por terrorismo machista en Europa.

lunes, 28 de junio de 2010

Por el puro placer....

Hace poco, justo antes de la aparición de “Cuerpos Divinos”, el libro más esperado de Guillermo, cuyo tercio final tanto aclara sobre la redacción última de “Tres Tristes Tigres”, o mejor, sobre quién era entonces el escritor que lo escribió,(que todos cambiamos y Guillermo Cabrera Infante también), hace poco tiempo, digo, me puse a releer la novela, los Tigres, así, sin tomar notas ni nada. Por el puro placer, y debo decir que con miedo a que el “puro placer” no llegara. Y no está una para tonterías, ni para gastar tiempo en prolegómenos si no vamos a llegar a nada. Bollitos los justos, decía un amigo mío, y no hablaba aquella vez de leer. Yo sí. Bueno, también el placer de la lectura cambia, y si no es aquél de la primera vez, si era intenso y sabroso el de esta lectura, ya con gafas, con el tema del túnel carpiano haciendo cosquillas en los dedos, y con el cuello hecho trizas de tanto ordenador. Pero el paladeo de las palabras –y seguí usando la edición censurada, la que leí primero y estudié después, en aquellos entonces, aunque era otro ejemplar: aquél primero, demasiado triturado por el lápiz lector, por la notas en los márgenes, etc etc, debe estar en un anaquel de nuestra biblioteca, imposible ya para cualquier lectura placentera, salvo la de la propia lectora. Mira lo que subrayaba, mira en lo que me fijé. Que no es de lo que se trata, por lo menos ahora. En algún momento sí.


Quiero decir que la novela, y me consta porque hace poco que la releí por undécima vez, pero casi por segunda sin tomar notas, dejándome ir y reír por el texto y por las historias y por las palabras y por el ritmo, e ir y reír leyendo de puro placer, la novela sigue ahí, incólume en su genialidad, en su gracia, en su interés. En su maestría. Recuperar esa extraña inocencia de la primera lectura, después de haber triturado tantas veces la novela, primero con la tesis, aprobada en Deusto en 1972; luego con el libro que siguió a la tesis y que sería, en 1979, de los primeros monográficos, si no el primero, dedicados al escritor; y siempre, con las idas y vueltas del escritor y la que esto firma. Porque aquella tesina de una de veinte años, una tesina complicada para la época y para la roja que era yo entonces –Guillermo, en aquel tiempo, era poco querido por tirios y por troyanos- iba un poco a contracorriente. O un mucho. Y a lo mejor por eso desembocó, de lo que era una admiración fundada de lectora y de estudiosa, en una amistad que ya nos duró toda la vida. Si hay un tema que aparece y reaparece en mi trabajo como periodista, como crítica literaria, como organizadora de encuentros y congresos, ése es la obra de Cabrera Infante. A muchísima honra. Y por eso estoy aquí hoy. Porque tanto a Enrico –en aquel encuentro de Santander, divino, al que se refiere en la introducción- como a Nivia –años después, en El Escorial, en el que hicimos juntos el profesor Santí y yo misma- les he conocido por y gracias a Guillermo. Así que esto es irremediablemente biográfico. Por decirlo de manera gráfica, Guillermo y Miriam Gómez, y Marcos Barnatán y yo, hemos sido familia. Con Miriam sola, seguimos siéndolo. Les puedo contar mil historias, de pueblos ingleses tachados, de viajes en coche que a Guillermo le parecieron vertiginosos, de almuerzos y cenas memorables, de esos tragos en Gloucester Road o en Monte Esquinza, o en Sor Angela de la Cruz, o en Cervantes, casi hasta el amanecer…Del papel de Guillermo en que mi hijo se dedique al cine (se empeñó en que Jimmy era “un natural”)…. Pero no lo haré. De lo que tuvieron que ver con mi relación con mi marido. De lo que hemos tenido que ver con muchos, tantos amigos. Pero no lo haré.

Hablaba al principio del placer recuperado. Uno podría pensar que una edición crítica tiene que pinchar la mariposa del libro, y, de alguna manera, matarlo para estudiarlo. Bueno, no es así. En este libro que presentamos hoy, la mariposa sigue voluntaria y orgullosamente viva. Y no saben cuánto envidio a los que lo van a leer ahora por primera vez. Sigue vivo por su potencia, pero también por el respeto, incluso tipográfico, de los que han emprendido esta hercúlea tarea. Confesaré que esta vez he hecho un paseo por los estudios previos, –a Guillermo, que amaba los prólogos, le hubieran gustado- y por las notas, más que releer –lo tenía TAN reciente- el libro, y que he descubierto algo que seguramente era intencional, absolutamente intencional: en esas notas, y muy especialmente en las que sitúan la geografía de los tigres, hay un mapa de la Habana, minuciosísimo. Los cines, los bares, los hoteles por horas –que ya sé que aparecerán más en obras posteriores de Cabrera Infante, pero que también aparecen en TTT- los cabarets, los cines…. Sobre todo los cines. Yo no he ido a Cuba porque me lo prohibían Guillermo y Miriam, y cuando me dejaron, -finalmente, casi todos los amigos se habían dado un paseo por la Habana- a lo mejor me daba miedo tener una guía como esta de las notas, y encontrarme un mundo que ya no está. Bueno, pero que estuvo. Un inmenso e intenso mapa de la Habana, eso está escrito, y estoy segura de que a Guillermo le hubiera encantado: él, que quizá sobre todo en La Habana para un infante difunto, hizo aquel mapa de memoria de la ciudad en la que no podría dejar de vivir, por muy en Londres que estuviera. Iré a La Habana y me llevaré esas notas.

Las otras notas, las que se refieren a la resolución del habanero –bueno, de las hablas cubanas diversas que coincidían en La Habana en los días anteriores a la revolución, esas que el escritor quiere y consigue cazar al vuelo- y su traslación a lo que podríamos llamar el castellano común- el hipotético español de España y sin tiempo-, son más para consumo interno de hispanistas, no? Para ese nivel de lectura que una obra abierta como Tres Tristes Tigres también propone, también propicia. Muy especialmente, porque la novela es una caja de secretos, ese significante abierto que cambia con la perspectiva del que lo lee.

Y tengo la impresión de que lo sigue siendo. Porque la gran pregunta es qué es escribir literatura. Dicho de otro modo: cómo el escritor elabora su realidad para hacer de ella una ficción. El juego de relacionar los hechos biográficos con los… resultados literarios. Y ahí siempre, siempre, por mucho que sepamos los grandes hechos, y los pequeños, por mucha declaración de autor y desentrañamiento de crítico, siempre quedará la zona oscura y misteriosa, incluso para el propio autor…. Por ejemplo, y ya termino, una de las historias más divertidas y misteriosas de Tres Tristes Tigres, la del bastón, en la que Mr Campbell, y Mrs Cambell y el traductor y…. en fin, todo el mundo habla, arranca, según me contó Guillermo hace mucho –yo, desde luego, no podría saberlo, si no- de una idea y una medio anécdota de Nestor Almendros, de donde él mismo o su personaje sería Mr. Campbell, un amante mulato de su personaje –o de él mismo- resultaría ser Mrs. Campbell, y todo ocurriría en una ciudad turística Europea, en Grecia quizá…. Lo que resulta ser en TTT una reflexión que va más allá de la traducción y la traición, y que trata precisamente de lo que estamos hablando, de cómo se escribe la historia, resulta que arranca de una idea para un guión que Néstor le cuenta a Guillermo…. O no.

Y es que el libro es una caja de secretos. Y lo va a seguir siendo, felizmente, mientras haya lectores y mientras haya estudiosos. Unos, unos libros, más inagotables que otros. Este lo es y es su misterio y su gloria. Muchas gracias.



NOTA BENE: Esta tarde (lunes 28 de Junio) se presentó en la Casa de América la edición crítica de la novela de Guillermo Cabrera Infante, Tres Tristes Tigres, hecha por los profesores cubanonorteamericanos Enrico Mario Santí y Nivia Montenegro, para la Editorial Cátedra. Las ediciones críticas tienen una función muy precisa: fijar académicamente los textos, favorecer a los estudiantes la comprensión de la obra en cuestión, y darles los instrumentos biobibliográficos y las pistas metodológicas para poder seguir investigando. Yo, que no me encontré en la bibliografía, aunque lo esté en la de muchos de los libros y artículos citados, y por dos veces en el ISBN, y aunque creo contar con la amistad de los autores -por eso me pidieron que copresentara su libro, digo yo, con el director de cine cubano, Orlando Jiménez Leal - fui allá por el compromiso adquirido hace un mes. Escribí y dije lo que han leido arriba.

domingo, 6 de junio de 2010

Ellas, las muertas.

NOTA PREVIA: Recupero aquí un artículo que publicó El País, el 1 de septiembre de 2006. Lo publico aquí el día en que llegan a 30 las asesinadas, víctimas del terrorismo machista. Y el día en que el PP anuncia que va a preguntar a Bibiana Aido por el aumento de las víctimas del machismo, del que culpa a la Ley protectora. Y a la igualitaria. No es momento de rasgarse las vestiduras, pero sí de tomar nota de la actuación de la derecha. Tenemos que reaccionar. Además, quiero señalar que los datos numéricos, en el caso del resto de países, son aproximados, porque salvo en Canadá y en España, no hay estadísticas oficiales respecto a las víctimas del machismo. Y lo que no se cuenta, no se tiene en cuenta. Ah, el artículo apareció también en El País Internacional, y en numerosos otors periódicos y portales on line. A lo mejor, por la calificación de "terrorismo machista" a esa incesante ola de terror, ideológico y finalmente orgánico.


ELLAS, LAS MUERTAS

No me gusta la palabra “violencia doméstica”. Me parece como si habláramos de mascotas, cortinas o cacharros de cocina, y no de esa plaga infernal que es el terrorismo machista. Pasarán de mil las mujeres que morirán en Europa, este año, víctimas de sus maridos y exmaridos, y en España, en lo que va de 2006, llevamos casi cincuenta. De lo que pasa en el resto del mundo no podemos ni enterarnos, salvo en esos casos en que el coraje o la suerte hacen salir algunos nombres heroicos de la estadística, por otro lado de difícil acceso... y de dificilísima elaboración. Porque ellas, las muertas, las pasadas y futuras muertas, las que están viviendo hoy la pesadilla del miedo, son tan invisibles como el aire.

Yo creo que el terrorismo machista es un mal de civilización. En Alemania mueren 300 al año, casi una diaria; una cada tres días en Inglaterra, y más de 70 al año en Francia. Los países del Norte tampoco se quedan cortos: en Suecia, 25 por año, cinco por millón de mujeres; pero en Finlandia son ocho por millón, siete en Noruega, seis en Luxemburgo y seis en Dinamarca.

Hay quien cree que son las mártires de la revolución de las mujeres, de su lucha por la igualdad, que es el diferencial político del siglo, pero, con el argumento, se descarga la culpa sobre las propias víctimas. Yo creo que el sometimiento de la mujer siempre ha sido violento. Todo sometimiento lo es. La violencia machista siempre ha estado en el horizonte imaginario de las mujeres, y también de los varones. Como una posibilidad fundante, hasta que pasa de lo posible a los hechos. Y tengo la impresión de que siempre ha pasado a los hechos.

Hay quien dice también que la causa de tantas muertas es la crisis de la familia. ¿Y a mí que me parece que esa familia patriarcal, monogámica e indisoluble era finalmente posible gracias a la violencia, a la presencia o la amenaza de la violencia machista? Y más: ese miedo soterrado en la familia por antonomasia hasta ahora, estaba protegido políticamente, legalmente. La penalización del adulterio hasta hace cuatro días, o el honor como eximente o atenuante en los crímenes “domésticos”, ¿no eran un apoyo institucional a la violencia sobre la mujer, como lo son hoy en otras culturas?

Las nuevas leyes de familia y las especiales de protección de la mujer, tan recientes en Europa y en España, corrigen ese fantasma tan real, que está ahí, aunque por ancestral resulte casi invisible. Ya se sabe, desde Bourdieu: natural. Esas más de 130.000 denuncias desde la promulgación de la Ley Integral, hablan de un cambio en la actitud de las víctimas: un cambio que sólo se podía dar en una situación de amparo legal. La sospecha de que son la punta del iceberg nos ofrece un mapa de sufrimiento, una a una, que es mucho más que una metáfora. Y el recelo de algunos jueces, público y publicado, respecto al “crecimiento de las denuncias falsas”, no puedo dejar de leerlo sin una mezcla de perplejidad y pavor.

Porque el mal trato “doméstico”, que ahora es denunciable y que apareja medidas protectoras, no es perseguible de oficio. Necesita la presencia denunciante de la agredida, y la intervención social –judicial, policial- está mediada por el respeto al mundo de lo privado. Qué paradoja, no? Cómo no defender la privacidad, ese ámbito de libertad soberana en que se cumple el desarrollo del individuo, y cómo no contar con el miedo de las víctimas al agresor, al escándalo, a la coerción social, a la verguenza.... O con esa esperanza imposible de la mayoría de las maltratadas en la regeneración de su hombre, sentimiento del que hablan todos los especialistas en el tema. O con esa especie de nudo sentimental, mezcla de cariños, odios, frustraciones e intereses, todos cruzados y mezclados... La víctima del maltrato familiar es la más interesada en denunciarlo, por supuesto, pero seguramente la más débil. Son demasiadas las denuncias que se retiran, y no precisamente porque fueran falsas.

El derecho del hombre a la sujeción violenta de la mujer sigue anclado en el sentido común. Y ahí, a ese lugar intangible en que hombres y mujeres se imaginan a sí mismos, las leyes terminarán llegando, pero lo harán despacio. La educación, fundamental, pide su tiempo, y los cambios sociales se generalizarán, pero también lentamente. ¿Qué hacer, entonces, para acelerar la historia? Yo diría que presión social. Socializar esos crímenes. Afear esas conductas y su origen mental e imaginario. Dar un barrido a la ideología silenciosa heredada. Y abrir ese debate apasionado y fecundo que necesitamos. En unos días, a mediados de septiembre, Tarja Halonen, la presidenta de Finlandia y por este semestre de la Unión Europea, hablará de este tema y otros con María Teresa de la Vega y Segolene Royal, candidata a la presidencia de Francia. Sería un buen momento.

Ah, y yo pediría a las autoridades, desde las más altas, que se personaran en los funerales de las víctimas, con flashes y taquígrafos. Los maltratadores no están organizados en una banda, y no reciben consignas, pero comparten la misma idea de propiedad sobre la mujer, de autoridad sobre ella, y extorsión, violencia, miedo, tortura y asesinato, son marcas del terrorismo. Pues como a tales.

P.S. Sigo en mis trece, cuatro años después. Terrorismo machista,. a tratar como tal.

lunes, 24 de mayo de 2010

Perros

Se vuelve a poner de moda lo de los extraterrestres. Me quedo con la fase de Einstein, oída anoche mismo en el programa de Iker: “Hasta donde sabemos, hay dos posibilidades: que haya vida inteligente en otros mundos, o que no. Las dos “ dice Einstein, y es la frase, “son igualmente aterradoras!”. El punto de admiración o de exclamación, que dirían los franceses, es mío, porque Don Albert seguro que lo dijo sin que se le moviera un pelo de las cejas. Y anda que no tenía cejas.

Yo es que siempre me temo lo peor. Si es que la vida supuestamente inteligente durante forremiles de años y siglos, desde el collar de Neandertal a las glorias de Cromagnon, pasando por Grecia, Egipto, Roma, los Reyes Católicos, Franco, verás, porque no quiero nombrar más desgracias, termina en la bondad del Fondo Monetario Internacional y congéneres, o en esa mafia secreta conocida como “los mercados”, me encuentro en un viaje para el que no me hacían falta alforjas. Y pregunto: la de estros señores es vida inteligente?

Y es que en eso soy platónica. La ética para el Bien –para lo mejor- , la estética para la Verdad –para las verdades, dada nuestra pereza mental, y nuestras dificultades con el conocimiento, pero mejor así- la inteligencia para la Bondad. Lo siento, pero esas ciencias irremediables que mandan al hambre y a la muerte a la gente que no ven –ay, don Alejandro Casona, qué bien muerto estás- para ser los más ricos del cementerio en un plis plas, que lo que es la vida va a toda leche, esas ciencias irremediables, esas inteligencias económicas, la verdad, no me lo parecen. Serán muy listos, pero no lo bastante. Si lo fueran, lo serían para el Bien. Y lo son para el mal, la desgracia y el dolor.

Así que yo no puedo creer que, en realidad, haya vida inteligente aquí. Probablemente haya algunas personas, se recogen en las crónicas y queremos creer a quienes dicen que han conocido algunas, que no se han dejado arrastrar, o bien que no han fabricado, o bien que no han compartido y se han enfrentado con, esa marcha serrana que, por no ver, no ve ni el mal que hace. No. Inteligente, no. Aquí debe haber vida lista. Y vida puta.

Así que éstos de la señal de radio intergaláctica, de la que me enteré ayer en lo de Iker, pero que parece que lleva años sonando, no me dan ninguna confianza. Es más: me temo lo peor.

Porque, ahora que no me lee nadie, puedo decir que creo que ya están aquí. Es que, si no, no me puedo explicar muchas cosas de las últimas décadas –la rendición sin condiciones de la URSS, y su reparto entre cuatro nomenklaturos de la Gran Rusia; la desaparición del estado del Bienestar en Europa: estos pasitos acongojantes al fascismo, al racismo, al machismo –del que ni hay manera de salir… para qué hablar del pensamiento marxista, que es mucho más barato… pero sin el que no podemos explicarnos, mutatis mutandis, lo que nos están haciendo ahora. Venga, prueba, querido amigo. No hables de clases, de plusvalía, de esas cosas tan antiguas, y arguméntate,

Así que, queridos compañeros y compañeras, no creo que los extraterrestres, que ya están aquí –a lo mejor conoces alguno, que esto es muy selecto: ¿en las comisiones intergubernamentales? ¿en los consultings USA (yo he conocido a uno, con la crisis del sudeste asiático a sus espaldas y tan pancho. Y si lo he conocido yo –aunque no me consta su origen extragalaxia, pero si su extrahumanidad obvia hasta para un niño- no debe ser difícil tropezarlo, y además parecen humanos) o europeos? ¿en el parquet propiamente dicho? Yo creo que la estupidez humana, con haber sido probada tan abundantemente, no es suficiente. Detrás debe haber una fuerza sobrenatural, es decir, extraterrestre.

Así las cosas, justo cuando estoy tratando de decir que, a la puerta de este anillo asquerosamente humano al que entramos, no se puede cargar con la menor esperanza, porque puaj, qué asco de inteligencias malvadas, y encima mandan los malos –de mandar de verdad: o sea-… justo en ese momento, se acerca el Pibe, que es mi perro, y me chupa un pie, y me mira con adoración, y mueve el rabito que le cortaron recién nacido –o sea, lo que le queda, que es poco- y pienso que lo suyo es inteligencia. De la maldita crisis, no nos va a sacar, pero tampoco nos ha metido. Y pienso en la maldita maldición del Edén, y en el horroroso origen de las ciencias, que son del bien y del mal, pero más del mal, y entiendo luminosamente que si fueran perros que hablan… entonces ni tan mal los extraterrestres. Es decir: hasta esperanzas tendríamos. Pero el único perro de la guerra de las galaxias era Chubaka, y era un raro y adorable accidente.

Serán abejas. U hormigas. Por ahí van los tiros.

Socorro.

martes, 11 de mayo de 2010

Tango

Usted sabe lo que es la depresión? Pues consiste en que, a la menor oportunidad, al menor comentario y varias veces al día, se te salen las lágrimas solas. Entrando en el facebook, viendo una película blandengue en la tele, leyendo el nombre de un amigo que ya no está, pero que siempre te hacía reír o sonreír, que te has acostumbrado hace muchos años a vivir sin él. Contestando al teléfono y descubriendo que una vez más no es ninguno de los que han cambiado de vida, de ciudad, de profesión, y seguramente, de cariños. Cuando el perro viene a lamerte los tobillos por sorpresa. Cuando ves una foto de tu padre, que ves todos los días, y sueles guiñarle los ojos, los dos. Pero hoy no. Cuando estás escribiendo, porque no te quedaba más remedio. O sea, ahora.

Pues no: eso es la depre. Todavía no es la depresión.

A lo mejor la depresión es cuando empiezas a mirar las cosas como despidiéndote. Cuando tu parana de siempre, tus aprensiones de toda la vida, se convierten en una especie de seguridad, como si tu cuerpo, y peor, tu alma, fuera una máquina de tiempo, que lo es, con los días contados. Y que esos fueran pocos.

Despedirte –llorando, claro- de ese libro concreto, de esa planta, de ese gesto hasta ahora indoloro. Y sobre todo: de los que no vas a ver. Del futuro.

Y que no te duela.

O sí, pero menos.

Eso debe ser la depresión.

miércoles, 28 de abril de 2010

A favor de la alumna

(Aparecido en la sección de Opinión de EL PAIS esta mañana, miércoles 28 de Abril)

Nunca nuestra cultura prohibió a las mujeres llevar la cabeza cubierta. El protocolo nos permite cubrirnos incluso en la mesa, cosa que a los varones no –bajo techo, ellos no- y deja el control de esas cuestiones en manos de la moda. Pero eso pasa ahora, no hace ni cincuenta años. Que las mujeres muestren el cabello fuera de casa es una marca de la modernidad. Es más, de la estricta modernidad occidental y laica. Sólo a partir del concilio Vaticano II pueden las católicas entrar sin velo en las iglesias. Como pueden entrar con pantalones o con los brazos al aire. Y llevar tapado el pelo sigue siendo norma en muchos ámbitos occidentales: en los quirófanos, en las cocinas, en muchas fábricas y laboratorios, en muchas órdenes religiosas. La prohibición del velo en algunos centros de enseñanza no se puede enmascarar en cuestiones protocolarias, porque, respecto a las mujeres, no existen límites: es la prohibición de un rasgo identitario. Y es la introducción en el debate público de un tema que roza los derechos constitucionales de algunas ciudadanas españolas: el de no ser discriminadas por razones de religión.

Tampoco es cierto que cada centro escolar pueda hacer de su capa un sayo. Hay límites bastante precisos. Por ejemplo, no se pueden aplicar castigos físicos, y habría muchos que bien quisieran. No: los derechos humanos, que son individuales y universales, están absolutamente por encima de la voluntad normativa de los padres, enseñantes y propietarios de los centros. Si éstos –como es el caso que está ahora en el candelero, y que seguirá y seguirá- son de titularidad pública, no deberíamos ni discutirlo.

Es que no se debería haber planteado. Porque abre un debate oportunista y lo hace vulnerando lo importante: el derecho de las chicas musulmanas y observantes a la educación pública. El mismo derecho que se vulneraría si se impidiera a las monjitas tocadas, asistir, como asisten, a la Universidad.

Si, es un tema de identidades y de pertenencias religiosas, que es absolutamente legítimo –igual de legítimo que el de no adscribirse a ninguna- y que las instancias públicas, aconfesionales y laicas, tienen que proteger y garantizar. Por eso, el tema del velo no puede relacionarse con el de las señales religiosas en las instituciones públicas –los crucifijos en las aulas, los hospitales o los juzgados, por ejemplo. El Estado, y los centros educativos públicos son Estado, es aconfesional. Los ciudadanos tenemos libertad para pertenecer y practicar la religión que nos parezca oportuna, o para no practicar ninguna. Y no tenemos por qué ocultarlo. Como decía hace pocos días Amelia Valcárcel en estas mismas páginas, la religión es privada, pero no clandestina. Los alumnos pueden llevar cruces o solideos, claro que sí. O velos. O no. Y el espacio público les respeta a todos, y les enseña, es su primera y principal enseñanza, a respetarse entre ellos. Sabiendo quiénes son. Así que no hay crucifijos, ni medias lunas, ni estrellas de David, en el aula pública. Sólo los símbolos civiles, que son los símbolos comunes. Porque a lo que ataca directamente la segregación que se ha ejercido contra estas chicas madrileñas, por llevar el pañuelo, es a la construcción de esa identidad común en la que cabemos todos por derecho. No sólo a su derecho individual a la educación pública, que ya sería bastante.

Dicho esto, creo que conviene reflexionar un poco sobre el tema del velo.

A mí, que soy agnóstica de educación católica, no me gusta. Y no me gusta porque las mujeres progresistas de mi generación en el mundo musulmán, como querían cambiar sus sociedades y luchaban por ello, se lo quitaron. Porque, efectivamente, luchar por la naturalidad del cuerpo formaba parte de la lucha de las mujeres por su igualdad. Como mi generación occidental se quitó el sostén, se puso los pantalones, los pantys y la minifalda, las mujeres progresistas de los países llamados árabes eligieron vestir a la occidental –la ropa del mercado, y el tema de la identidad y la indumentaria merece una reflexión más larga- y quitarse el velo. Con ello trataban de superar una situación de desigualdad de género, y de diferencia con sus congéneres occidentales, con las que tanto compartían y comparten; pero también expresaban la esperanza en la normalización democrática y en la salida de la pobreza de sus sociedades. Se quitaron el pañuelo igual que se lo quitaron, año arriba, año abajo, muchas campesinas cristianas de toda Europa. Piense en Castilla. Piense en Sicilia. Ellas habían elegido la modernidad.

La generación de nuestras hijas ha recuperado el pañuelo y hasta obliga a sus madres a ponérselo. Y no es un tema baladí, porque le han cambiado el significado –ahora tiene un valor reivindicativo e identitario, cuando antes se sentía como un símbolo de sumisión-, pero se da el caso de que ese valor nuevo coincide en el tiempo con el crecimiento y el empoderamiento político de las corrientes religiosas más retrógradas del Islam, y no sólo del Islam. De todas las llamadas religiones del Libro. E incluyo a la Iglesia Católica y a sus brazos supuestamente liberales, que son los que más nos tocan. Y otro tema sería el del reparto de responsabilidades en estos ascensos.

Creo que ese es el pulso que está en juego ahora, en la Comunidad de Madrid y en el resto del país –donde, por cierto, hay muy pocos escándalos como éste. Creo que el debate se ha abierto por donde no se debía, llevándose por delante, primero, la normalidad cotidiana: no es cierto que el pañuelo sea lo que discrimina: lo ha probado la solidaridad con la alumna castigada en el colegio Cela. Y si discriminara, sería contra eso contra lo que habría que legislar, y ya está legislado; segundo, también se han llevado por delante el derecho de unas adolescentes a mostrarse como creen que son, y a la educación pública como lo que son: ciudadanas de este país. Y creo que no es casual que lo haya planteado quien lo ha planteado y justo ahora.

No creo que se pueda someter a ley general el tema del velo: hace siglos que no hay leyes suntuarias y que no se regla el tema de la ropa: sólo hay esa cosa amplia y cambiante del decoro y la etiqueta, y no creo que nadie se atreva a decir que el pañuelo es indecoroso… El que no se regule es, exactamente, la modernidad. Y tampoco creo que se pueda dejar en manos de los consejos escolares la posibilidad de prohibirlo. Porque está muy por encima de sus atribuciones. En todo caso, les tocaría investigar, a favor de la alumna, si se la violenta u obliga a llevarlo. Y en ese caso, como en todos los casos de violencia y abusos contra los niños, y con la debida prudencia, actuar en consecuencia. Es decir, acudir a instancias superiores. A favor de la alumna. El resto es pura provocación.

Addenda: El colegio alternativo al Camilo José Cela, donde se ha producido el escándalo, en vista de que la niña aceptaba cambiarse de cole, ha prohibido ayer, también, el pañuelo. ¿Qué tal?

viernes, 9 de abril de 2010

Esos cuerpos divinos

Después de un invierno de sólo mirar perros –los que tenemos, igual que las embarazadas sólo ven tripones, y los padres con carrito sólo ven bebés, los que tenemos perro, digo, vemos muchos, muchos perros por la calle- llega la primavera, y yo al menos, fuera de edad, dignidad y gobierno, he vuelto a empezar a verles. Tan jóvenes, tan guapos. Tan jóvenes.

Lo jodido de envejecer es que no envejecemos! Sólo el maldito sentido común dice eso de que podrían ser tus hijos. Y quién puede escuchar al (maldito) sentido común en primavera.

Pero no es de esos divinos cuerpos, que aparecen, como setas venenosas, en primavera, de los quiero hablar. "Cuerpos divinos" es, para mí, el más esperado de los libros. Se ha demorado desde los años setenta. Ya Guillermo Cabrera Infante tenía ese título en la mente, y sospecho que muchos de sus materiales, cuando, casi recién salida esa grandísima novela que es "Tres Tristes Tigres", empezamos a cartearnos, porque yo hacía la tesina sobre ella. Y hablo del 70 o 71, más o menos. Y ya habla sobre "Cuerpos divinos" en la entrevista que cierra mi primer libro sobre GCI, que creo que era el primero que se escribía sobre él, y desde luego, mi primer libro tout court, y estoy hablando del 79. Entonces decía Cabrera Infante: “tengo un proyecto que está realizado a medias, "Cuerpos divinos", interrumpido muchas veces y otras tantas continuado”. Y cuenta cómo la novela que por fin he podido leer, parte de un cuento publicado en una revista –no me dice cuál, cuento ni revista-; que un crítico argentino le pide otro relato parecido, que escribe, y por fin, a sugerencia suya, se lanza a la escritura de “una suerte de memorias adolescentes” en las que quedara sólo el erotismo: fuera la política, fuera la literatura. Sólo las chicas, y, mayormente, las casi niñas. Y el humor, aunque eso no lo dice. Y el cine y la música, inevitablemente.

Yo no sé si el crítico era argentino: me sospecho que, en realidad, era uruguayo, y debo decir que creo saber cuál era la revista, pero, a lo mejor porque el tal crítico no me cayó nada bien, aunque en aquellos entonces puso su todopoderosa revista norteamericana a mi disposición –vía Guillermo, claro-, el caso es que ahora mismo me doy cuenta de que no volví al tema nunca. Sólo ahora. Al de los orígenes, no al de los cuerpos –divinos- del que creo que le pregunté en las tropecientas entrevistas que le habré hecho… y siempre era un work in progress.

Y lo sigue siendo. "Cuerpos divinos", por supuesto, hace poco caso del uruguayo, aunque resulta ser el manantial del que irían saliendo "La ninfa inconstante" –cuya historia reaparece por otros medios en “Cuerpos…”- y hasta "La Habana para un Infante difunto", ese mapa erótico de la Habana, y, desde luego, "Delito por bailar el chachachá", un relato que, en la cronología vital y literaria de Guillermo, iría pocos meses después. Hace poco caso al uruguayo, porque hay política, y mucha, y contada con una bellísima fidelidad de Guillermo al que fue. El triunfo de la revolución, aquel fin de año, los días, y los meses, inmediatamente anteriores, y sus primeros trabajos “en el seno de la revolución”, que diría Fidel, están contados con el entusiasmo y la entrega que debió sentir entonces. Sólo ese humor tan peculiar pone la punta de distancia que luego habría de agigantar la biografía. Y la historia. O, como dice él, la geografía.

Así que hay política, y es troncal, pero también están las chicas. La niña de la playa, las diversas chicas casi sin nombre, historias de una noche o varias, las posadas, los hoteles y los picaderos, que diríamos aquí, la mujer matrimoniada, y por fin, Ella.

Y ahí, en ese enamoramiento loco, marcado con una profecía, todo el libro se convierte en una novela de amor, que termina como tienen que terminar las novelas de amor: en el colofón se advierte: “Ellos, él y ella, se volvieron a juntar y ya no se separaron más y viajaron mucho y conocieron países extraños”. Tal y como había dicho la bruja.

Lo he devorado, y no en las mejores circunstancias. Y para mí tiene, además del disfrute de la prosa de Cabrera Infante, del deslumbramiento de su lenguaje –que cuaja brillantísimo sobre todo a partir del primer tercio del libro, para ir subiendo hasta el final- y de la calidad innegable de la verdadera literatura, una cosa personal: han sido muchos años esperándolo, y aquí está. Y, además de todo lo dicho, y más allá, en este libro Cabrera Infante me cuenta que está conforme con su vida. Con su historia. Justamente, con la parte más conflictiva: su lucha contra la dictadura de Batista, y su trabajo en el aparato cultural y diplomático castrista. Y a mí me parece muy bien. Porque hay un tiempo para cada cosa, y la crítica durísima –y merecida- posterior, incluyendo el exilio tan doloroso y la persecución de la que fue objeto, no le hace revisar ni maquillar su tiempo. Una honestidad que señalo aunque no me sorprenda: ya lo sabía.



P.D. Las “coordenadas” del libro por si lo queréis buscar –cosa que yo haría:
Ed. Galaxia Guttemberg/Círculo de Lectores, Barcelona 2010.

sábado, 20 de febrero de 2010

Las barbas del vecino

Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…. Un título así le costó a Calvo Serer el cierre y posterior voladura del diario Madrid, dirigido entonces por Antonio Fontán. Las barbas a que se refería el artículo eran las de De Gaulle, recién caído tras el Mayo, y la advertencia iba al dictador, que había tenido un añito complicado, de movilizaciones, huelgas y cosas. Así que a lo mejor la frasecita tiene gafe, y la hacemos! ¡Me cierran el blog, que las carga el diablo!

Yo la he pensado cuando he leído el artículo que publicaba Barbara Probst Solomon en El País, sobre Obama y la oleada de desilusión que recorre los USA. Que, como toda desilusión verdadera, se da entre los que alguna vez estuvieron ilusionados. Es decir, los entusiastas, los votantes, a los que Barak Obama llenó de esperanza. Con esa lucidez a la que nos tiene acostumbrados, Barbara analiza las consecuencias demoledoras de su cortejar a los republicanos, caso por caso, y las analiza magistralmente como errores políticos, en el sentido de que han sido pasos que han dificultado y pueden imposibilitar las mejores bazas de su candidatura, la salida de la crisis a un sistema nuevo y más justo, por un lado, y los temas sociales, como la reforma de la sanidad, por otro. O por el mismo. La elección de las personas a las que apoyar y a las que nombrar, son las cabecitas de un iceberg que hace derivar la propia política… Barbara pide a Obama, al que apoyó desde un principio, que piense en los suyos y que actúe con firmeza.

La lección que Obama debió aprender de los Kennedy, dice, es saber cómo y cuando, y con quién, hay que ser duro. Vamos, digo yo, que al enemigo, ni agua. O bueno, sólo un poquito de agua. Lo justo para que subsistan… débiles y con su debilidad a tu favor, y viva Maquiavelo.

Y a mí estas barbas me parece que deberían ser leídas en Moncloa. No estamos en USA, y cualquier semejanza entre personas y empresas mencionadas es pura coincidencia, pero en la calle española se siente una parecida desilusión. La manera en que la derecha consigue desviar las responsabilidades de la crisis hacia el gobierno, no debería ser asumida por el gobierno, porque no es suya. De hecho, está más cerca de serlo de la derecha, porque, que yo sepa, estamos en un sistema capitalista, de propiedad privada, y de gestión según sus intereses, que es el que ha hecho crisis. Y la derecha es lo que defiende.

Yo creo que el Gobierno todavía está a tiempo de contar lo que hay y cómo sale a saludarlo. Que ha salido, y se sabe: a mucha gente le han quitado la pesadilla de la hipoteca los fondos estatales, sin demasiada merma de su propiedad (compartida con el banco) o exigiendo un cambio de mentalidad. Que se ha dado. Y deberían haber frenado la pérdida de empleos, muchas veces “innecesaria” por decirlo así: estas autocrisis que han enmascarado nuevas políticas empresariales, despidiendo y externalizando servicios, por ejemplo…. Dios. Esas medidas del Gobierno que la derecha niega, al tiempo que el gobierno pide diálogo y pactos. No creo que este sea el momento de los pactos, aunque lo diga Duran Lleida.

El gobierno hace cosas y las hace bien, lo de las pensiones y jubilaciones aparte, que ya veremos dónde y cuándo desemboca, y quede claro que a mí me daría un respiro lo de la jubilación a los 67. Pero cuenta mal lo que hace. O lo cuenta al enemigo, que son casi todos los media, alineados con la derecha. Y bien alineados, públicos o privados: véase telemadrid, y el resto de los grupos mediáticos, salvo 4 y 6…. hasta el momento, que ya veremos! No se salva ni la directamente gestionada por lo público, me refiero a TVE.

Por poner un ejemplo: yo sólo veo la tele por la noche. Quiere decir que hay demasiadas veces que sólo veo el informativo “La noche en 24 horas” de la cadena pública TVE1. Y cada vez más, verlo se está convirtiendo en un ejercicio patético, de masoquismo. Y de indignación.

La indignación es, sobre todo, por el tono. Un tonillo supuestamente irónico para hablar del gobierno y muy particularmente del Presidente Zapatero. Una satisfacción inocultable cuando cuentan las “malas noticias”, por ejemplo, las críticas a la economía española de cierto periódico inglés, sin decir de quiénes es; Y mala información, escasa y de recuelo, y participación de “contertulios” escoradísima, y en fin, que Rajoy cierra todas todas todas las noticias en las que interviene. Y los invitados, todos del PP, y a ser posible, del opus. Y….

“Nunca ha sido tan plural la TVE”. No, lo fastidiado es que nunca ha dejado de ser de derechas, después de la razzia memorable de Aznar, hace ya demasiados años, cuando se encontró los mejores informativos del mundo –nada complacientes con Felipe González, por cierto. Pero la “limpió” sin contemplaciones. Y ahí sigue. Tal cual. Colgada de la ilusión del pluralismo y la imparcialidad, que no existe. Porque no hay información inocente, no existe la imparcialidad del relato periodístico, todos lo hacemos desde un lugar ideológico. Y ese lugar, con toda honestidad, cambia lo relatado, se fija en otras cosas, valora de otra manera. Y nos hace falta ese otro.

Que se contrasten con justicia las noticias, que se valoren en función de su interés público, que se deje de depender absolutamente de las agencias emisoras. Eso, de verdad, necesita cambios. Y se tienen que hacer desde arriba. Forma parte del contrato!

lunes, 15 de febrero de 2010

Los Goya: una gala de excepción

Un bravo por Alex de la Iglesia! Le conozco desde que preparaba “El día de la Bestia”. Yo iba allí de “mamá pantoja”, con mi hijo Jimmy que entonces era un niño y se estrenaba en el cine, y hacía de chaval poseído, en esa película en que se caía la cruz de la capilla de Deusto, su uni y la mía. Un bravo porque la gala de los Goya ha sido la mejor de estos últimos años. La mejor, aunque esta la viera en el salón de casa y otras, de largo y peluquería, en el teatro mismo….

Bravo, porque ha sido una gala breve –no sé por qué las ganas de brevedad: una gala es una gala- y sobre todo rítmica, es decir, que aunque haya durado las tres horas de rigor, se nos ha hecho más corta. Buenafuente ha sido un acierto, y ha acertado. Los “entremeses” rodados han tenido gracia, en fin, que bien. El escenario sencillo y moderno. Y la retransmisión sin cortes, por la 1, de agradecer. El que viniera Pedro, y el que estuvieran en primera fila Pé y Bardem, otro acierto que sé que ha sufrido hasta las últimas horas, como lo de Almodóvar, pero que, aunque tiene una máquina estupenda de gente estupenda, son gestiones en las que se ha involucrado personalmente. Que es lo que tenía que hacer.

Y luego, un bravo porque ha tenido suerte, que es lo que preguntaba Napoleón a sus generales antes de mandarles, o no, al campo de batalla. ¿Tiene usted suerte? Alex la tiene. Y me refiero a los premios mismos. A mí, la verdad, me hubiera gustado ver premiado a Fernando Trueba, porque es amigo antiguo, y a Andrés Vicente Gómez, que iba con el Cónsul de Sodoma, por la misma razón. Y a alguno más. Y lo siento por Amenábar, que no me ha hecho nada, pero la lluvia de premios a la peli de Monzón, Celda 211, que no se ha llevado la de mejor actriz protagonista porque es una historia de hombres, debería leerla como una llamadita de atención. Se puede hacer magnífico cine español con equipo español, los técnicos y los artísticos. El que se haya llevado la tajada presupuestaria del león y haya hecho una película americana, ha caído fatal en el sector, y los académicos le han castigado. La comparación de presupuestos entre la historia de Hipatia y la de Malamadre, también es como para reflexionar un poco. No hace falta tantísimo dinero para hacer buen cine, y a la vista está.

Así que la gala de los Goya creo yo que ha sido ajustada y estupenda. Una gala por el sector, que necesita algo más que gestos en esta crisis, pero los gestos no están mal; con sus gotas de glamour –aunque, qué horror los peinados de las divas este año: esos espantosos recogidos tan retro- sus momentos emocionantes y hasta sus sorpresas. Como siga así, Alex de la Iglesia se va a quedar de director presidente vitalicio. A ver qué prepara para el año que viene.



P.S. El sistema de comentarios de este blog ha sido cambiado. Ahora entran directamente, inmoderadamente. Sed buenos!

viernes, 29 de enero de 2010

El cementerio atómico

Me entero de que Melgar de Arriba se postula como sede del cementerio nuclear que está estos días en subasta. No lo hace solo, porque es demasiado pequeño, sino mancomunado con Santervás, un poco más grande y que está a cinco kilómetros. Entre uno y otro hay tierras buenas y tierras malas, y yo supongo que las del páramo, más cerca de Melgar, donde están los majuelos, serán las idóneas para ese raro jardín que hemos visto, en estado virtual, por la tele, y que guardará en su barriga los residuos de buena parte de la energía que consumimos cada vez que encendemos la luz o abrimos el grifo del agua caliente. Confieso que estoy impresionada.

A ver: yo nunca he sido antinuclear. Es más: me parece que es la energía más barata, más limpia y menos contaminante. Esto es como lo de los aviones, que son el medio más seguro si no te toca la china. Pues eso. Que si te toca es mortal de necesidad, y eso siempre da yuyu… El cementerio en Melgar me impresiona. Sé que sería una manera de revitalizar la zona, que necesita vitalidad, claro que si. Una fuente de dinero y actividad, etcétera etcétera. Y si ellos lo quieren, les apoyo. Pero…

Seguramente soy una frívola cuando veo esta opción como una metáfora que me concierne. Y me concierne porque allí tengo yo un poco de memoria, de la memoria original, fundacional. Allí, en un pueblo pequeño que entonces estaba lleno de vida, y en una casa grande, de labradores ricos, que entonces estaba también viva, se pasaron los septiembres de mi infancia, ese tiempo que iba desde que acababa la playa santanderina hasta que empezaba el colegio –que entonces era después del Pilar. Entonces: qué palabra terrible. Entonces, la casa de mis abuelos. Y la posibilidad de pasar el tiempo en la calle, y de conocer un poco de naturaleza, de ruralidad. Vamos, los animales crudos de Breton. Gallinas, conejos, cerdos, caballos… y la burra para ir a las viñas. Y ovejas y mulas. Y palomas en el palomar. Y la vendimia. Y el tílburi de charol. Y los bailes a los que también íbamos las niñas, los domingos. Y la siesta y los tebeos, que qué curioso, eran de Roberto Alcázar y Pedrín, y debían estar ahí de vete tú a saber. Y las novelas rosas. Y las campanas de la iglesia de abajo, que tocaban el ángelus como si fueran un pasaje de Platero y yo. Y la era, y el cántaro a la fuente.

El invierno que murió mi abuelo lo pasamos allí, y entonces fui a la escuela, con el tintero de loza incrustado en el pupitre de madera, la tinta con grumos, y los carámbanos de hielo en la ventana. Yo tenía cinco años aquel invierno de radio, Antonio Machín y cortes de luz, la “gloria” calentando aquella casa enorme, y cosí una banderita vaticana porque venía el obispo a confirmar. Yo todavía no había hecho la primera comunión, y mi tía abuela Jacoba, que quería enseñarme a coser porque leer ya sabía, me decía con envidiable visión profética: “Hay que hacerlo bien. Nadie te va a preguntar nunca cuánto has tardado….” La de veces que, bajo presión, me he acordado de ella!

Ir a Melgar. Para mí era ir a la libertad. Es decir, viajar al Paraíso.

Hace mucho que no voy. De la gran casa de labranza queda poco, y del final trágico que tuvo mi abuela hablaré otro día. Pero que vaya a ser un cementerio nuclear… Prefiero no desarrollar la metáfora. En realidad, se trata de material novelable, y alguna vez la escribiré.



P.S: Ahora ya son 30.574  las personas que están pidiendo en Facebook que la justicia actúe contra el arzobispo de Granada. Ciudad maravillosa, por otra parte, de la que hablaré en el próximo post...

sábado, 23 de enero de 2010

A los palacios y a las cabañas.

Agarró su bici, porque Mercedes se le quedaba pequeño para caminar, como hacía todos los días cruzando los cien barrios porteños, y bajo la canícula austral y olvidando sus ochenta años, o casi, o algo más, empezó a pedalear hacia un destino a treinta kilómetros. Otro pueblo argentino. Bueno, un golpe de calor, se supone, lo dejó literalmente en la cuneta.

Con Néstor Gubitosi, casi dos metros flacos y nerviosos, una conversación torrencial y una cultura enciclopédica, he conocido un Buenos Aires imposible sin el. La tasca de La Boca, donde el padre de una larga familia come con la pistola al lado del cubierto, y por la noche un bandoneonista de nariz color guinda desgrana los mejores tangos antiguos, y donde la asturiana que desciende de los asturianos que lo pusieron hace milenios, cocina una pasta no menos digna de Sicilia; el bailongo clase B, donde unas señoritas sesentonas y repintadas, con zapatos de bailar, sacan a la pista a caballeros de parecidas edades, con orquestina en vivo y advirtiendo que de ahí no pasan; la milonga, con luz de comedor pequeñoburgués y esas parejas que practican sus pasos tangueros; o el casino iluminadísimo, anclado en el muelle, con la pasarela de barco tapizada de rojo holliwoodense y conserjes de librea cuidando los brillantes autos que se quedan en tierra, mientras ojos vigilantes siguen, unos por una razón, otros por otra, las enjoyadas muñecas y dedos de las señoras, las abultadas carteras bajo la rigurosa etiqueta de los señores….

Buenos Aires tiene palacios y cabañas. Néstor los frecuentaba todos. Dormía en el suelo, comía poco, andaba mucho. Las anécdotas, alguna seguramente apócrifa, lo retratan como un tipo vital, culto y divertido, con el que las horas se te pasaban volando y la sorpresa estaba garantizada. Era un escritor que no escribía –mi marido y él hicieron, al alimón, algún poema- y un cronopio suelto por los juzgados porteños. Era abogado, buen negociador, hábil componedor, y partidario del mal arreglo es mejor que buen juicio.

Cuando Cuqui, su hijo, nos comunicó que había muerto, supe que algo raro tenía que haber pasado. El Gubi no se podía morir así, de cualquier manera, como todo el mundo. Y efectivamente: con su bici, echándole el pulso al verano, y vaya usted a saber. Hoy me apetece mucho menos volver a Buenos Aires.

jueves, 14 de enero de 2010

Los obispos y el FB

En estos días llegarán a 25.000, que se dice pronto, las personas que piden, desde Facebook, que la justicia intervenga ante la homilía del arzobispo de Granada, durante la cual, simplificando mucho, comparó el aborto con el holocausto –lo que ya es un lugar común en la propaganda católica y en el PP- y dijo que, si la mujer aborta, el varón puede abusar sin límite de su cuerpo. Entre otras lindezas.

El argumentario –aborto-asesinato-nazismo- no es para nada nuevo, y se está repitiendo en algunas diócesis más. De hecho, es la posición del Vaticano, y no hay que olvidar que su trayectoria en este papado es francamente reaccionaria. Valga como ejemplo la vuelta al redil de la secta de Lefevbre, el levantamiento de la excomunión a sus obispos cismáticos, y la concesión a ellos de una “prelatura” similar a la que tiene el Opus Dei. Lo que ha revuelto a la gente de la red social, no es la posición ni el argumento: es la retórica, ese “toque personal” del de Granada, que le ha llevado a traspasar límites difíciles de tolerar. Desde 2007, tiene en contra a buena parte del clero granadino, lo que no parece conmover ni al Vaticano ni a la nunciatura. Como tampoco les conmueve, aunque las razones sean otras, la contestación del nombramiento del de San Sebastián. Y así.

Yo diría que dentro de la iglesia católica está sucediendo lo que en otras creencias organizadas, que las corrientes más reaccionarias, los grupos integristas, por usar la nomenclatura del XIX, están tomando el poder político, y afirmándose como la única manera de ser… lo que sean. Y no sólo en cuanto a las prácticas religiosas o en cuanto a la política del Vaticano como estado, sino en los gobiernos de los estados en los que tienen raigambre y poder, gracias a su intercomunicación con los partidos de derechas. Pero el crecimiento vertiginoso de las adhesiones al grupo de Facebook “Que la justicia actúe contra el Arzobispo de Granada”, es un síntoma de que la sociedad civil no está muy por la labor, al menos no en cuanto a la opinión.

La gran contradicción de FB es, precisamente, su carácter virtual. Y en este sentido tiene algo de frustrante, o mucho. A los efectos de la acción, lo que pasa en facebook, pasa en una segunda vida, que no es la vida real. No es propiamente la acción política, no es propiamente la acción. Quiero decir: 25.000 firmas virtuales, por indignadas, crispadas e insultantes que sean –eso es lo más terrible: cómo civilizar la red- no van a suponer la intervención de la Fiscalía, ni de los organismos de la Iglesia. No llegan a un juzgado, ni a la Dirección General de Asuntos Religiosos….

Pero sí suponen un formidable poder. El que aprieta el botón de la adhesión es una persona real. Que luego vota.

Quizá por eso el de Granada se ha visto obligado a explicar que donde decía digo, quiso decir Diego…Y hasta ahí hemos llegado. De momento.

sábado, 9 de enero de 2010

Cónsul de Sodoma

Cuando salí de la Academia del Cine, después de haber visto “El cónsul de Sodoma” en un pase de amigos, creo que temblaba un poco. Finalmente, es una historia de la generación anterior a la mía, pero de personas a las que he conocido, de lugares en los que he estado, y de un ambiente que hemos mamado: la “gauche divine” de Barcelona, que sacaba la cabeza tirando de la cutrería del franquismo y abría esos espacios de libertad entonces extraordinarios, y probablemente ahora, después del SIDA, también. La película cuenta la vida y la literatura del estupendo poeta Jaime Gil de Biedma, y aparecen algunos de sus amigos, Juan Marsé y Carlos Barral, muy especialmente; alguna de sus novias, casi todos sus novios, y una familia de la burguesía catalana, la suya. La historia es conmovedora, con un Jordi Molla guapísimo haciendo a Gil de Biedma, y muy bella, hasta demasiado bella. Hay que decir que es muy explícita en las escenas de sexo homosexual, y que no ahorra sordidez –bella también!- cuando cuenta los barrios paupérrimos de Manila, de los que habla Jaime Gil en sus textos autobiográficos. Y pone en pantalla las contradicciones personales y políticas del poeta, sus debilidades, su coraje, su inteligencia mordaz. Yo creo que era bastante más mordaz que el que aparece, porque la oralidad rápida y cruel que les caracterizaba le es difícil al cine. Y ese grupo hablaba sobre todas las cosas. Hablaban. Un auténtico estímulo intelectual, si no estabas del lado de la víctima… Y otra cosa: para mi gusto, la puesta en pantalla de la poesía, tan difícil, está aquí estupendamente justificada, y pasa con naturalidad. Como en estas vidas mismas.

Hoy nos han despertado con las declaraciones cruzadas entre Juan Marsé, que era personaje muy importante en la historia, y Andrés Vicente Gómez, productor de la película dirigida por Sigfrido Monleón. Y se llaman de todo menos bonitos. Lo que se entiende: Marsé no se reconoce en el personaje encarnado por Alex Brendemühl, y Andrés Vicente reacciona con parecida violencia. Marsé se pasa mil pueblos, y Andrés Vicente, que ha producido varias películas sobre novelas del catalán, le considera desleal…

La pregunta que hay detrás es si se puede hacer cine con la biografía de uno, sin contar con uno. O memorias escritas, que tanto da. Ahora que nos llueven, como una novedad en la cultura española, hasta las de los que acaban de cumplir los sesenta años, el tema merece una reflexión. No?

Porque al final, cada uno vive la feria como le va en ella, y la versión del otro no deja de ser eso, extraña. Otra.

P.S: Cuando esto cuelgo, ya hay 15.878 personas que, desde Facebook, piden  "Que la justicía actue contra el arzobispo de Granada". En tres días.

jueves, 7 de enero de 2010

¡Qué bien que estás aqui!

Estoy estrenando blog. Digamos que, aunque escribo más que el tostao, para este 2010 quiero meterme en una disciplina periódica. Y que, de puro leer blogs, me han entrado ganas de intentarlo yo misma... El precio de la modernidad y también de esta época convulsa que invita a la intervención.
Cuando hablo de esta época, no me refiero sólo a la política. Ni sólo a una perspectiva política. Supongo que son ganas de expresar puntos de vista -y sentimientos, y otras cosas- personales, más allá de la frecuencia del papel, que no voy a dejar. Así que será desde una perspectipa personalísima, aunque no tenga yo la verdad revelada, desde la que dé noticia de lo que me ha motivado, de lo que he seleccionado de la realidad justo para esa entrada.... Ya adelanto que de la cultura a la vida cotidiana, y en el corto paseo que va de una a la otra, porque eso viene a ser lo mío. Y será, cuando el tema lo permita, con todo el humor que pueda, y siempre, con todo el respeto.
En fin, que estoy estrenando blog. Y que qué bien que estás aquí!